sábado, 26 de noviembre de 2011

La maquina de enhebrar


¡Quien lo iba a decir!
Érase una vez una gran ciudad donde la gente tenía pies y cabeza; allí vivía Mercedes con sus padres y su abuela, que la quería mucho porque ella la había criado, la había alimentado, entretenido y principalmente le había enseñado a trabajar en casa.
Merceditas, como la llamaban familiarmente, era bonita, cordial y buena colegiala. Tenía sus amigas con las que jugaba algunas veces. Digo algunas veces porque Merceditas, como todas las niñas y niños, tenía una amiga íntima aquella a quién le contaba todo. Era...su abuela. Sí, ¡cuánto había jugado de pequeña!
A Merceditas le gustaba contar a su abuela todo lo que pasaba en el colegio y en la calle, puesto que ella no podía salir como antes; de esta manera se hacían compañía mutuamente, mientras la abuela zurcía los calcetines y doblaba la ropa. Pero, un día la abuela descubrió que no veía lo suficiente para enhebrar las agujas de coser. Merceditas se dió cuenta enseguida y para dar ánimo a la abuelita le enhebraba las agujas con mucho ahínco y le hacía más compañía que nunca.
Este suceso unió aún más a las dos. De tal manera que Merceditas casi no salía con las amigas. Los padres de la niña decidieron que aquella situación no podía continuar y después de recorrer muchas tiendas y mercados encontraron una máquina, un invento pequeño que enhebraba las agujas. la compraron y muy satisfechos la regalaron a la abuela.
De esta manera la niña estaría más libre para salir con las amigas y la abuela podría pasar las horas zurciendo y zurciendo...comentaban los padres.
Pasadas algunas semanas la máquina se perdió y mientras la buscaban, Merceditas volvió a ayudar a su abuela, está cambión la cara y se puso muy alegre porque volvían a hablar y a estar juntas.
Como no se encontró la famosa máquina, un buen día la madre compró otra y Merceditas tuvo que volver a salir con sus amigas. La situación se repitió una tercera vez. Una tarde mientras hablaban, Merceditas vio que su abuela estaba muy callada y tenía los ojos llorosos.
- "¿Qué te pasa abuelita?"
"Merceditas - ledijo la abuela cogiéndose las manos- ¿Podrías perdonarme? He sido muy egoísta verás...esta vez la máquina no se ha perdido, yo la eché a la basura. Lo hice para no perder tu compañía. ¡Te quiero tanto!
-"¡Abuela! - dijo Merceditas abrazándola- ¡Yo también te quiero mucho! quiero que sepas que la segunda máquina tampoco se perdió, yo la eché a la papelera del colegio"
La abuela muy sorprendida, acariciaba a su nieta, mientras Merceditas pensaba contárselo todo a sus padres y hacer lo imposible para que comprendieran que ella era muy feliz con la abuela. Que amigas siempre tendría, pero de abuela tal vez le quedaba poco tiempo y quería aprovecharlo al máximo. (Citado por Ll Carreras y otros)


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